Reseña

Enrique, María Murtra, Fernando y Rodolfo Low Maus
Enrique Low nació en Bogotá el 23 de marzo de 1939, siendo el segundo hijo del hogar formado por el investigador y académico  alemán, Rodolfo Low Maus, y de Maria Murtra, catalana, también investigadora y docente en química. Durante su infancia se enfrentó con graves problemas de salud que habrían de marcar para siempre su vida. A los pocos días de nacido su vida se vio amenazada por una enfermedad que nunca pudo ser claramente diagnosticada; a los tres años estuvo involucrado en un accidente de tránsito que lo dejó en estado de coma por varios días, y en 1949 sufrió de una enfermedad reumática que afectó permanentemente sus habilidades motrices. Sin embargo, probablemente el golpe más duro fue la muerte de su madre en 1947 por un cáncer de hígado, producto de sus investigaciones con agentes cancerígenos.

Fernando y Enrique
Habiendo interrumpido varias veces sus estudios por su frágil estado de salud, fue educado en su casa por la señora Mercedes Escandón hasta que ingresó al Gimnasio Campestre con su hermano mayor, Fernando, en segundo de primaria. Desde el principio se destacó por su dedicación a los estudios, el compromiso con las obras sociales del Colegio y su tenacidad para enfrentar todas las dificultades. Se graduó del Colegio en la promoción de 1956, habiendo recibido la Orden de San Jorge en el grado de Caballero, la Máxima Cum Laude como el estudiante más destacado del Colegio en 1955 y 1956 y siendo reconocido, por estos logros y los alcanzados durante su período como presidente de la VACS, como “Primer Exponente Intelectual del Gimnasio Campestre y Director Infatigable de las Obras Sociales”. En palabras de Sergio Arboleda: “Desde muy temprana edad Enrique comenzó a brillar con luz propia. Su nombre fue destacado entre los demás y su ejemplo fue sometido a la consideración de todos los gimnasianos, quienes comenzamos a admirarlo por la serenidad con que tomaba las cosas, por la sensibilidad de su alma y por su extraordinaria dedicación al estudio. Durante sus tres últimos años de colegio y por su inigualable condición de apóstol edificante de la causa social, fue presidente de la “Vasc”, una de las actividades que más honra al Gimnasio Campestre. En los archivos de la academia literaria del Colegio queda el imperecedero testimonio de sus grandes condiciones de poeta y orador, fue vencedor año tras año de los concursos de poesía lirica y oratoria."

Enrique y Yoshiko
A partir de este momento toda su vida profesional estuvo dedicada, de una u otra manera, al enriquecimiento intelectual, al servicio público y a la docencia. Inició su carrera fuera del Colegio en la Escuela Naval de Cadetes, la cual tuvo que abandonar por sus dificultades de salud. Empezó entonces sus estudios de Derecho en la Universidad La Gran Colombia y los terminó más adelante en la Universidad Nacional. Con una beca de la Fundación Fullbright viajó en 1962 a la Universidad de Illinois para estudiar Economía, y allí conoció a Yoshiko Nakayama, con quien se casó en junio de 1963. De este matrimonio nacieron sus dos hijas, Amalia y Olga.

En la universidad era un "izquierdista-socialista-liberal," como él mismo se catalogaba, donde lo que más le preocupaba era la suerte de los débiles. Pensaba que lo más importante era crear un sistema con libertad política e intervencionismo económico, que diera pan y educación a la gente, como lo hacían los sistemas sociales de la época, pero sin quitarle sus libertades básicas. Esto lo llevó a ser un gran estratega en el área de la teoría fiscal, donde siempre vió la posibilidad de establecer sistemas  más justos de distribución de ingresos.

Un gran docente
Terminados estos estudios ocupó durante un año una posición docente en la Facultad de Economía de la Universidad del Valle, que dejó cuando empezó su posgrado en la universidad de Harvard auspiciado con una beca de la Fundación Rockefeller. A su término, regresó a la misma posición docente que había ocupado originalmente. Este segundo período en Cali tampoco fue muy largo, pues en el año de 1970 fue nombrado Director de la Unidad Global del Departamento Nacional de Planeación. En ese mismo año, por los servicios prestados a la Patria y a la Sociedad en el ejercicio de su profesión, y como reconocimiento a sus cualidades humanas y a su lealtad con los principios del Gimnasio Campestre, el doctor Low Murtra recibió la Orden de San Jorge en el grado de Oficial.

Director del SENA
Del Departamento Nacional de Planeación, el doctor Low Murtra pasó a la Dirección de Impuestos Nacionales y, posteriormente, fue designado como Secretario Económico de la Presidencia, cargo que ocupó durante el gobierno del doctor Misael Pastrana. Al finalizar éste, viajó a Washington donde se desempeñó como funcionario del Banco Mundial. En 1976 regresó a Colombia y trabajó como economista investigador en Fedesarrollo. Luego fue vicepresidente de la Asociación Nacional de Industriales, ANDI, Contralor de Bogotá y Magistrado del Consejo de Estado donde, con el valor que siempre lo caracterizó, afrontó y sobrevivió la toma del Palacio de Justicia por el M-19 en noviembre de 1985. En el año de 1986 el Presidente Virgilio Barco lo nombró Director del Servicio Nacional de Aprendizaje. En ese momento, en consideración a sus altísimos méritos profesionales, y puesto que había recibido los más altos honores de la Sociedad y del Estado, el doctor Low Murtra recibió la Orden de San Jorge en el grado de Comendador y se constituyó en el primer ex alumno en recibir tal honor. Un año después, en 1987, mientras se tramitaba el decreto de su nombramiento como embajador de Colombia en Washington, el Presidente Barco lo llamó para encomendarle la difícil tarea de ser Ministro de Justicia en un momento sumamente complicado para el país. En este cargo el doctor Low Murtra se destacó como un funcionario ejemplar y, siguiendo los principios en los que se había formado, puso el bienestar de la Patria y de la sociedad por encima del suyo cuando tomó partido en favor de la extradición de narcotraficantes.

Firmando su posesión como Ministro de Justicia
Su dedicación al Ministerio de Justicia fue incesante, su lucha contra el narcotráfico permanente, drástica y sin concesiones. Frente a su compromiso como Ministro, en su valiente forma de enfrentar los problemas de Colombia, en su lucha creciente contra la delincuencia y en su entrega a los compromisos que integraban la gestión, siempre fue una persona ejemplarizante,  íntegra, leal y transparente. Estos componentes hicieron que los capos del narcotráfico amenazaran constantemente su vida, motivo por el cual  fue nombrado Embajador de Colombia en Suiza en 1988.

Con sus nietos en Suiza



Estuvo dos años en Suiza, donde pudo pasar un tiempo más sereno cerca a sus nietos. Sin embargo, durante un período de seis meses antes de su regreso al país, tuvo que vivir bajo protección permanente de la policía Suiza pues se supo de  un complot para asesinarlo. A pesar de esto, el entonces Canciller de la República, Luis Fernando Jaramillo,  lo retiró  de su cargo en el exterior,  dejándolo sin otra alternativa que volver al país.

En enero de 1991 regresó a Colombia, donde se dedicó a dictar clases de economía y derecho en las Universidades Javeriana, Externado y La Salle. Olvidado por el Estado, Enrique Low Murtra andaba sin protección alguna por la ciudad de Bogotá, cumpliendo con sus deberes académicos. Fue así que,  saliendo de clases, desamparado totalmente por el gobierno al que había servido toda la vida, sicarios del narcotráfico lo asesinaron el 30 de Abril de 1991, frente a la Universidad de La Salle.


Hombre cabal al servicio del derecho, la justicia y la paz
Rogelio León Seminario

Con su amigo Luis Carlos Galán
Cuando muere un hombre, sus amigos nos consternamos y lamentamos su desaparición, pero en el caso de su extinción repentina y por cruel asesinato, no sólo lloramos su injusto destino, sino que invocamos sus cualidades humanas y protestamos contra la infame organización del vicio que, en vía de venganza, atenta contra la vida de un valiente y sincero combatiente de la mafia.

Así nos ha sucedido con el generoso y tierno ciudadano del mundo, amigo entrañable, Enrique Low Murtra, quien fuera Ministro de Justicia de Colombia y posteriormente embajador de dicha república en Suiza por los años 1988-1989.

Cuando tuvimos el honor de conocerlo en Berna, Suiza, supimos más de cerca de lo que es una sincera amistad,  de lo que constituye un ejemplo de honradez con la vida misma, de lo que se puede alcanzar con el desprendimiento y la humildad.

Podría seguir tratando de recordar con espontánea nostalgia los inmensos atributos de Enrique, pero creo que jamás podría alcanzar lo infinito de su bondad, sencillez y ternura.

Ayer nos enteramos que dos sicarios de la mafia colombiana habían asesinado a mansalva a su antiguo perseguidor el ex-Ministro de Justicia que no tuvo temor de combatir el narcotráfico en Colombia y que lamentablemente estaba condenado al sacrificio final y en forma implacable por los Carteles del crímen.

En Europa
Nos ha impresionado no sólo el hecho mismo de su injusta y sorpresiva desaparición, sino porque se pierde un hombre cabal al servicio del derecho, de la justicia y de la paz universal. Es que se trata de aquellos seres que silenciosamente y sin pregonarlo, van imitando a Jesús, repartiendo cariño, reparando agravios, enseñando amor y finalmente, entregando su propia vida defendiendo sus principios y los valores que todos los hombres de bien debemos levantar como bandera.

Todos los embajadores latinoamericanos en Suiza, y especialmente los que representamos los Gobiernos del grupo de los Ocho, nos reuníamos con frecuencia para conversar sobre proyectos para el bien de nuestros respectivos países. Tratábamos de coordinar y aportar nuevas propuestas para el futuro de Latinoamérica, y uno de los más brillantes en la creación, en la imaginación y en la claridad de sus ideas, fue precisamente Enrique, a quien le seguíamos con atención por sus destacados proyectos y por la sinceridad de su intención.

No podemos dejar de recordar la solidez de su matrimonio con su entrañable compañera Yoshiko y su amor de padre para con sus hijas. A ellas, nuestra sincera oración por su descanso eterno.

Al gobierno y al pueblo de Colombia, les expresamos nuestro sentimiento de pesar por haber perdido uno de sus mejores hombres que, estamos seguros, quedará como ejemplo para la juventud colombiana.

Enrique, duerme dulcemente y espéranos.